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Opinión Columna


Luces ámbar en Morena


Publicación:24-08-2019
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¿No era necesario, sano, correcto para la democracia, mantener un mínimo contrapeso al interior del Senado?

 

"No hay mal que por bien no venga", dice el dicho. Las irregularidades cometidas en la reciente elección interna del Grupo Parlamentario de Morena en el Senado han permitido hacer un ejercicio de memoria y prevención para cuidar a Morena.


En estos días, desde diversos medios, se ha recordado aquel prolongado chantaje de dos meses protagonizado por el actual coordinador parlamentario de Morena en el Senado en contra de este movimiento y su principal líder político, después de resultar perdedor en la encuesta para definir la candidatura a la Jefatura de Gobierno.


En aquellos días buscó dicha candidatura en el PRD y el PAN, pero esos partidos no lo acogieron. Debe recordarse que ya con anterioridad, este dirigente había negociado con los legisladores de esos partidos el aumento al presupuesto de la delegación Cuauhtémoc en detrimento del presupuesto de las demarcaciones gobernadas por sus compañeros de partido.


Su reciente maniobra para hacerse del control de las dos instancias de gobierno del Senado y así del poder absoluto, político, administrativo y parlamentario de ese órgano, ha renovado a gran escala las preocupaciones generalizadas sobre los efectos nocivos que en el movimiento pueden provocar las prácticas de este político.


Su aparente victoria es en realidad una grave derrota. El apoderamiento de una Mesa Directiva es un triunfo pírrico frente al aislamiento general que ha sufrido a nivel nacional en el movimiento al que pertenece de cara a su Congreso Nacional. Sus expectativas tejidas en torno a un proyecto nacional de toma de control del partido Morena se diluyen en el marco del efecto concientizador que sus propios actos han generado.


El Presidente de la República ha tenido que salir prácticamente a exigir que no se presenten prácticas antidemocráticas en la ruta hacia el Congreso Nacional de Morena después de lo sucedido en el Senado.


Pero por otro lado este acontecimiento permite analizar el atraso de ciertas prácticas internas. Por ejemplo, llega a resultar increíble el hecho de que las iniciativas que presenten los legisladores de Morena deban llevar la firma del coordinador del Grupo Parlamentario. Se trata a los integrantes del mismo como menores de edad que deben ser supervisados por alguien que sí sabe. Sin embargo, el único error de consecuencias delicadas cometido a través de una iniciativa fue realizado por el propio coordinador parlamentario con el tema de las comisiones bancarias. La curva del aprendizaje, diría el clásico.


Ante la Secretaría General de Servicios Parlamentarios está registrado un Reglamento del Grupo que éste jamás discutió, por poner otro ejemplo.


A lo largo del primer año de ejercicio legislativo, el Presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado y coordinador de Morena ha tenido el control general del ejercicio de un presupuesto de 4,000 millones de pesos a través del área administrativa de la Cámara y el control directo del ejercicio de 247 millones de pesos de prerrogativas del Grupo Parlamentario de #Morena, además de tener el control de la propia Contraloría General del órgano legislativo.

¿No era necesario, sano, correcto para la democracia, mantener un mínimo contrapeso al interior del Senado?


De consumarse la reciente decisión para controlar la Mesa Directiva del Senado, habremos retrocedido 30 años en la historia para regresar a la época del Senado de un solo hombre. Muchas veces el ejercicio de la libertad exige una porción importante de valor para defender con claridad los avances democráticos conquistados. No perdamos el valor de decir las cosas que están mal. Menos aún en una época de transformación.



« Redacción »
Martí Batres


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