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Opinión Columna


Sí, es verdad


Publicación:21-08-2019
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Sí, es verdad que en México existen cientos de muertes cruentas diariamente. Y muchas de ellas son mujeres violentadas por hombres

Sí, es verdad que en México existen cientos de muertes cruentas diariamente. Y muchas de ellas son mujeres violentadas por hombres. 

Sí, es verdad, la violencia hacia la mujer es real, física y verbal. Y quienes atendemos psicológicamente lo vemos diariamente en nuestras consultas, como también lo saben periodistas, servicios de salud y agencias receptoras de denuncias. 

Sí, es verdad que la educación violenta es perpetuada y enseñada, tanto por hombres como por mujeres. Todos hemos visto a esas señoras y señores  celebrándole a su hijo pequeño, adolescente o adulto, sus “gracias”, que hasta califican de “valentía” porque es muy cabrón con los demás, sobre todo con las mujeres, no se deja y se chinga a todos. 

Sí, es verdad, la violencia es real y cada humano puede tanto recibirla como generarla. En el malestar en la cultura, Sigmund Freud plantea que una de las fuentes de sufrimiento -ademas de la naturaleza y nuestro propio cuerpo- es el otro, el semejante.

Sí, es verdad que la muerte no respeta ni géneros, ni clases sociales, ni ideologías y el crimen, terriblemente, es lo mas democrático, pues alcanza a todos. 

Sí, es verdad que muchas veces quien juró proteger y servir no siempre está a la altura de la misión encomendada, más allá de omisiones humanas, delinque con alevosías y ventaja aprovechándose de su posición. 

Sí, es verdad, la gente está harta de tanta corrupción e impunidad, sobre todo en las corporaciones que deberían de cuidar e impartir justicia. 

Sí, es verdad, también en México han linchado a gente inocente, porque alguien los señaló como ladrones o violadores, al verles un parecido con los verdaderos. Y ya entrados en el contagio, la masa fue imparable. Como también es verdad que verdaderos criminales se han escudado en dichos argumentos, burocracia y huecos legales, para permanecer impunes. De ahí la necesidad de mejores procesos de investigación. 

Sí, es verdad, existen tanto mujeres como hombres, que levantan falsos, se aprovechan del contagio social, y en redes sociales, para instrumentar linchamientos mediáticos. Pues saben que en muchos casos están cubiertos si se presentan como víctimas, perjudicando a las verdaderas personas que han sufrido un crimen. 

Sí, es verdad, las protestas no son (¡ni deben ser!) políticamente correctas. De ahí su fuerza de impacto para cambiar las cosas en la forma y en el fondo. Que es clave que uno sepa lo que no quiere y, sobre todo, lo que sí se quiere, y sepamos instrumentarlo y monitorearlo todo el tiempo. Pues no se puede ser ciudadano de fin de semana o que vive perpetuamente en la indignación sin moverse a la acción sostenida en cualquier lugar donde viva y labore. 

Sí, es verdad, en una marcha o protesta también puede haber gente infiltrada, reventadores, gente pagada por grupos de poder, así como personas que se esconden en legítimas causas sociales para enmascarar su neurosis, problemas familiares y personales, su  amor propio, enardecer hacia el otro, el enemigo, en lugar de buscar cambiar ellas mismas; quienes sólo desean ver que todo arda y se destruya, sin propuesta alguna. Sin embargo, ello no logra opacar en lo más mínimo la legítima denuncia social que abandera una protesta, su clamor de justicia, en este caso concreto, la violación de una joven por parte de policías. 

Sí, es verdad, que el marco legal considera que todos y cada una de las persona son inocentes (o presuntos culpables) hasta que no se establezcan pruebas. Ese es un derecho, una garantía universal que tienen todas las personas. También es verdad que ante algo que falla, se politiza, se burocratiza, es menos probable que se respeten y confíen tales instancias. Sin embargo sigue siendo una garantía, hoy más necesaria que nunca, en tiempos de fake news y la “desaparecida” niña Frida Sofía del pasado terremoto en Ciudad de México. 

Sí, es verdad, la violencia directa, física o verbal es expresión de una violencia aún mayor y más terrible, ya que es silenciosa y estructural, que reduce las personas a cifra, número y cosa a ser manipulada y explotada, para hacer lo que se desee con ella. Y ello lo hace a cierto nivel igualmente el Estado, el mercado, los medios de comunicación y la empresa, donde -como diría Jacques Lacan- a pesar de los discursos humanistas, todos somos en algún punto negociados y por montones. 

Sí, es verdad que intentar minimizar o reducir la gravedad de los crímenes hacia las mujeres, mediante argumentos  desgastados estilo  “juegos” de fiestas infantiles de “¿A ver quién grita más fuerte si los niños o las niñas?” no sólo es deplorable, sino moralista y cruel, como si existieran grados de importancia y valor del sufrimiento. El sufrimiento, como la vida, cuentan uno a uno. ¿Sabemos el sufrimiento de esa muchacha de 17 años -que como miles -ha sido violentada por personas que deberían cuidarle, no hacerle daño? 

Sí, es verdad que la sociedad mexicana, como de muchas partes del mundo, gusta de la polarización, de pensar y vivir la realidad y el lazo social basados en buenos y malos, y eso dificulta y perpetúa una sola forma de vinculación, en dónde, o te chingo o me chingas. 

Sí, es verdad que la interpretación religiosa respecto a la identidad y lugar de la mujer ha dañado en mucho la subjetividad femenina, haciendo creer que sufrir (la cruz que tocó vivir) es parte de su identidad, vida y destino. Sí, es verdad, que al buscar “liberarse” de tales lastres religiosos, aproximándose al seductor discurso capitalista, con productos para toda ocasión, donde todos podemos tener “el poder” del comprador/consumidor, igualmente son -y somos todos, en tanto humanos de estos tiempos- reducidas a mercancía, algo a ser tomado en serie y no una a una.  

Sí, es verdad que “despacio y por las piedras”, como dice la sabiduría popular, tenemos que andar en el análisis y modificación de la realidad, pues no vaya a ser que con la vorágine de desear mejorar y cambiar algo, corramos el riesgo de construir algo mucho peor de lo que ya teníamos. Y, como dice el filósofo y psicoanalista Slavoj Zizek- la luz al final del túnel, no era la tan ansiada luz de salida, de un mundo mejor, sino de otro tren que viene a golpearnos de frente. 

camilormz@gmail.com 



« Redacción »
Camilo Ramírez Garza


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