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Opinión Columna


Simulación y evaluación en el SNI


Publicación:04-06-2019
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La artimaña representa una nueva modalidad de regalar o intercambiar coautorías sin la pérdida del crédito que inevitablemente ocurriría

 

Entre las primeras acciones como directora de Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, confirmó el pasado 5 de febrero que el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) no desaparecerá, pero a la vez manifestó su decisión de mejorar la evaluación de los académicos: "Vamos a exigir que haya transparencia y no haya sesgos". En realidad, diversos colegas han cuestionado la permanencia o conveniencia del SNI y la manera de evaluar. Por ejemplo, Gil-Antón opina que muchos de los académicos que ostentamos tal distinción nos hemos convertido en (o ya éramos) publicadores más que investigadores genuinos. De acuerdo con este autor, tal conversión refleja cómo la evaluación "ha ido perdiendo la capacidad de ponderar lo realizado, y un atajo ha sido 'contar' los productos y valorarlos según la calidad de la revista o el prestigio de la editorial. De ser suficientes, se echa un ojo a las demás actividades; si no, ¿ya para qué?... Lee menos, redacta más: esa es la consigna implícita [para los evaluados]". En el mismo sentido, se citan dos cuestionamientos análogos: Lehmann et al. consideraron que las evaluaciones actuales son más bien recuentos curriculares en tanto "miden lo que se puede medir, no lo que se requiere sistematizar para promover la calidad de las diversas actividades académicas".


Con los sesgos inherentes a mi desempeño académico en biomedicina, y a pesar de mi escasa experiencia como evaluador en el SNI (participé en la subcomisión dictaminadora del área III en 2018), amplío aquí mi comentario que en su momento agregué al escrito de Gil-Antón. En particular, subrayo que el rampante y descomunal afán de publicar configura una grotesca simulación o quizá incluso corrupción basada en autorías espurias o ilegítimas ilustradas por las siguientes prácticas cotidianas que en buena medida son no sólo soslayadas sino quizá acentuadas por las evaluaciones correspondientes:
1. Formación de mafias o cárteles de publicación (sea por amiguismo, nepotismo o vil conveniencia) que Marcelino Cereijido llamó convenios tipo "Alí Babá y los 40 ladrones" y mediante los cuales dos o más individuos acuerdan que todos ellos aparecerán como coautores [sic] en las publicaciones que cada uno genere. Al respecto, considero que tanto a los cárteles de dos colaboradores, incluyendo ciertas parejas conyugales o sentimentales, como a aquellos colegas biomédicos con afiliación a dos instituciones, típicamente un centro de investigación u hospital del sector salud y una universidad pública, debería exigírseles una mayor productividad. Aunque sea ocioso, cabría preguntar si alguna de estas 2 inmoralidades es peor que la otra.


2. Utilización de asteriscos para designar que 2, 3 o más individuos en la lista de autores [sic] deben considerarse como "primeros autores" o como "autores para correspondencia". La artimaña representa una nueva modalidad de regalar o intercambiar coautorías sin la pérdida del crédito que inevitablemente ocurriría en el improbable caso de regalar una primera autoría o corresponsalía.


Cabe mencionar aquí que no obstante el descarado exceso de coautorías en que incurren no pocos colegas, Bensusán et al. (ídem) subrayan que para la evaluación de los académicos en el SNI, únicamente los Criterios Específicos de Evaluación del Área VI o Biotecnología y Ciencias Agropecuarias de 2013 apuntaban que la "coautoría excesiva merma la credibilidad de los investigadores". Más aún, podría decirse que en general los Criterios de Evaluación del SNI han alentado y alientan dicha coautoría excesiva, es decir, ilegítima (aunque los practicantes más contumaces y cínicos la disfracen como colaboración genuina).


Para combatir la manipulación de la atribución de crédito reflejada en el desmesurado número de autores en muchas publicaciones, Fong y Wilhite proponen fraccionar el crédito de una publicación entre el número de autores; es decir, si una publicación con x número de autores contara como 1/x para cada uno de los colaboradores, entonces habría menos inflación curricular y naturalmente menos artículos que evaluar. Reitero aquí mi propuesta que para cada académico con una antigüedad en investigación ?10 años se consideren esencialmente sus publicaciones como primer autor o autor corresponsal, selección que permitiría a los evaluadores leer en lugar de sólo contarlos y valorarlos de acuerdo al prestigio de la editorial. Análogamente a la decreciente proporción de publicaciones por autor único documentada en el ámbito de la física internacional, cabría preguntar ¿cuántos investigadores nacionales nivel II y III han publicado un paper científico por sí sólos?


Exp. SNI 1973.



« Redacción »
Horacio Rivera


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