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Opinión Columna


Consumir: una patología imparable


Publicación:07-05-2019
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La tecnología, en ocasiones fiel aliado del ser humano, otras veces no, ha cambiado nuestra cotidianidad y ha logrado generar cada vez más necesidades.

El trueque casi ha muerto. Los consumidores, antes amigos de los tenderos, de los padres e incluso de los abuelos propietarios del local, han cambiado: acuden menos a ellas, compran más online, no miran caras, adquieren "ofertas" con frecuencia innecesarias. Los pequeños comercios, en las grandes ciudades, sucumben. Los campesinos pierden sus tierras. Las transnacionales "matan" las semillas originales, las de la tierra que las parió. El agua envasada, la que viaja miles de kilómetros desde Francia o Noruega, cuesta igual que un jugo fresco de frutas nativas y cercanas al sitio donde se consumen. Los plásticos infectan los mares y matan a sus dueños, peces y tortugas. Y todo, o casi todo, gracias a Amazon, llega al domicilio en un santiamén: falta un artilugio donde amor, en cualquiera de sus formas, se venda y distribuya hasta la puerta o la alcoba de la casa: todo depende del gusto de los consumidores y de las virtudes de online.

Las ideas previas, más las que anote el lector, han modificado al ser humano, a la cadena humana, a la Tierra y, por desgracia, lo harán más en el futuro. La (casi) muerte del trueque y la disminución o el cierre de los locales de barrio disminuye la socialización e incrementa las compras vía Internet; entre más oferten empresas como Amazon y más se desnude uno ante los dueños, i.e., Facebook y Google de nuestros intersticios y deseos, mayor la distancia entre las personas. Qué es primero, ¿el huevo o la gallina? Para algunos el huevo, para otros la gallina. Para los vendedores, lo mismo da: crecen sin cesar.


Poco a poco, o rápido/rápido, las grandes empresas se han apoderado de los mercados y de quienes se venden tras navegar horas en las redes. Conocidos los perfiles de las personas, más fácil vender y poco plausible reclamar: cuestionar no es una característica de los consumidores compulsivos.


No es el azar lo que ha permitido el florecimiento de la obsolescencia programada –OP- o la expansión ilimitada de Amazon. La OP es un fenómeno reciente que acecha, se reproduce y esclaviza a los consumidores. Quienes utilizan diversos apoyos tecnológicos para cumplir las faenas diarias se convierten en súbditos de sus aparatos y en incondicionales del mercado. Aparatizar la vida es leitmotiv de las imparables empresas y objetivo central de la OP. Acortar deliberadamente la vida útil de teléfonos celulares, impresoras y computadoras, ya sea por medio de un programa diseñado ad hoc, y que se tornan inservibles –obsoletos- después de "poco tiempo", o por falta de repuestos, obliga al cliente a comprar. Ganan las empresas, pierden el cliente y la Tierra: hay una relación directamente proporcional entre adquirir más aparatos e "infectar" más la Tierra debido a la acumulación de la "obsoleta" y poco biodegradable parafernalia.


Cada vez es más difícil encontrar quién arregle a los viejos compañeros, i.e., tostadores, planchas o licuadoras e impensable reparar a los nuevos amos de nuestros quehaceres, i.e., teléfonos celulares, impresoras, computadoras.


Al lado de la OP cabalga Amazon. Así como las grandes tecnológicas que han sabido envejecer lo nuevo con prontitud, Jeff, su dueño, Bezos ha encontrado los caminos para vender todo lo vendible y descubrir lo que no se ha vendido para venderlo. Su éxito ha sido enorme: en 2 018 ocupó el puesto número 16 de las empresas cotizadas en el mundo. La astucia de los directores de Amazon es inmensa; empezaron, en 1993, vendiendo libros y ahora venden (casi)todo y ofrecen una amplia gama de servicios.


Amazon crece sin cesar. Dos datos: ocupa el segundo lugar, detrás de Walmart, en el número de empleos y se queda con uno de cada dos dólares gastados por estadounidenses online.


La tecnología, en ocasiones fiel aliado del ser humano, otras veces no, ha cambiado nuestra cotidianidad y ha logrado generar cada vez más necesidades. Tanto la OP como Amazon se valen de ella. La utilizan a su favor. Los tentáculos de una y otra han borrado la voluntad de sus clientes. En mayor o menor grado, quienes "viven en Internet" pertenecen a un mercado de datos gratuito, del cual se sirven Amazon y sucedáneas. Sin apenas percatarnos nos hemos convertido en rehenes de Amazon y en víctimas de la OP.



« Redacción »