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Opinión Columna


TMEC: terreno minado, escabroso y complejo


Publicación:04-04-2019
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Sin duda es una buena señal que la Administración Trump finalmente se esté movilizando en estos días para cabildear a favor de la aprobación del TMEC.

 

Si no se vuelve a atravesar algún imprevisto —o un arrebato de Donald Trump, cerrando un cruce fronterizo o intempestivamente iniciando la denuncia del TLCAN— podríamos finalmente ver el banderazo de salida del proceso formal de debate y eventual ratificación del TMEC en Estados Unidos. A más tardar el 20 de abril, la Comisión de Comercio Internacional (ITC) tiene que entregar al Congreso estadounidense un informe evaluando el impacto y las implicaciones económicas que el TMEC tendrá para su país. Originalmente, la ITC tendría que haberlo publicado en la segunda semana de marzo, pero cortesía del cierre gubernamental propiciado por Trump, se pospuso más de un mes. Una vez enviado el informe, la Casa Blanca podría ya someter el TMEC al Capitolio a partir de mayo.


Pero nada está encarrilado, y hay muchos nudos gordianos que cortar para que entre en vigor. De entrada, antes de la remisión del acuerdo al Congreso, EU tendría que levantar los aranceles al acero y aluminio impuestos a México y Canadá, y que tanto ambas naciones como un número significativo de legisladores estadounidenses de ambos partidos han establecido como un sine qua non para iniciar su proceso de deliberación. El problema aquí es que Trump se rehúsa —no obstante las dizque garantías transmitidas por Jared Kushner en su reciente viaje a México de que ello así sería- a eliminar estos aranceles como medida previa a la ratificación. Y México aún tiene pendiente hacer realidad los cambios a las leyes secundarias que homologarían su régimen laboral con lo negociado en el nuevo tratado, y que es el Rubicón que los sindicatos estadounidense y sus aliados Demócratas en el Congreso han reiterado México debe cruzar como precondición para proceder a votar el TMEC.


Pero estos no son los únicos obstáculos a la ratificación; hay dos escollos potenciales para que ésta se dé antes de las elecciones en Canadá en octubre y el arranque de las primarias presidenciales en EU. Primero, no hay que olvidar que el calendario es tiránico, aún en una democracia como la estadounidense.

La ventana de ratificación ya era estrecha sin que mediara un cierre gubernamental de 35 días. En un año previo a una elección presidencial, ya era de por sí compleja la hoja de ruta (tanto la Cámara como el Senado tienen hasta 60 días legislativos -una vez recibido el texto del acuerdo- para debatir y votar el TMEC), dado el poco apetito de muchos legisladores de verse en la posición de tener que emitir un voto en un tema tan divisivo justo antes de sus campañas de reelección. Con el calendario compactándose de manera acelerada, si no ocurre un voto antes del fin del verano es muy probable que el Congreso juegue al bote pateado, difiriendo la votación hasta después de la elección de 2020. Segundo, entre más nos acerquemos al arranque de primarias, los Demócratas –más aún a raíz del informe del fiscal especial Robert Mueller- tendrán pocos incentivos para regalarle una victoria político-legislativa al Presidente.

Eso no quiere decir que los Demócratas buscarán derrotar el TMEC –a pesar de las voces que ya se han alzado desde los sindicatos y el ala anti-TLCAN tradicional del partido en contra del capítulo laboral del acuerdo. Nancy Pelosi tiene claro que su partido no puede ser responsable de la derrota del TMEC, pero también sabe que posee herramientas para ponerlo en un cajón y diferir la votación. Para complicar el cuadro, Trump sigue empecinado en enviar el TMEC al Capitolio con la denuncia del TLCAN engrapada como medida de presión para obligar al Congreso a aprobar el nuevo acuerdo. Y por si todo esto fuera poco, si todo sale como esperamos y hay debate y voto este año, se nos viene encima un verdadero bazar en el Capitolio, como el que vivimos en 1993 durante la ratificación del TLCAN, y en donde los capítulos, anexos y cartas paralelas serán motivo de regateo con México y Trump a cambio del apoyo al TMEC, y ya no digamos potenciales ajustes de cuentas por temas tan diversos como la molestia bipartidista por la posición mexicana frente a Venezuela o la percepción Demócrata de que México se ha decantado demasiado a favor de Trump en materia migratoria y en su trato hacia él. Sin duda es una buena señal que la Administración Trump finalmente se esté movilizando en estos días para cabildear a favor de la aprobación del TMEC. Pero también es innegable que el camino por delante es agreste.



« Redacción »
Arturo Sarukhán

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