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Opinión Columna


Incredulidad: peste política


Publicación:10-03-2019
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Escribir sobre el asesinato de Flores nunca es extemporáneo. Su nombre engrosa la lista de otros activistas asesinados: Noé Jiménez, Isidro Baldenegro

 

"¿En qué creen los que no creen?", de Umberto Eco y Carlo María Martini —Editorial Taurus, 1997— es un pequeño gran libro donde Eco, pensador y escritor, dialoga, por medio de epístolas, con Martini, cardenal de Milán, sobre diversos e imprescindibles tópicos, i.e., el otro, los hombres y las mujeres según la Iglesia, ¿cuándo comienza la vida humana?, laicismo, ética, etcétera. El mensaje del libro es esencial para cualquier época: es necesario creer. Ambos persuaden: pese a las diferencias, es necesario creer. Y, agrego, respetar.


En un mundo dominado por corrupción, impunidad y tendencias políticas y religiosas "ultras", creer es imprescindible. Las noticias falsas o la distorsión de la realidad vía religiosos o políticos y periodistas al servicio de políticos religiosos abonan incertidumbre y desconfianza. La línea entre lo falso y lo real es, con demasiada frecuencia, tenue: en "múltiples ocasiones" no es posible diferenciar lo cierto de lo falso. Rotas muchas realidades y empobrecido el mundo, creer es imperativo. El enigma sobre los responsables del asesinato de Samir Flores —20 de febrero—, activista contrario a la instalación de una central termoeléctrica en Morelos, ejemplifica la turbiedad de las noticias y la imposibilidad del lector para acercarse a la tan necesaria verdad.


Destaco las ambivalencias de las noticias, ambivalencias cada vez más incómodas cuando quienes ejercen el poder son incapaces de ofrecer argumentos fiables. El quid del embrollo confronta dos hipótesis: a Samir lo mató el crimen organizado o fue asesinado debido a su activismo en contra de la construcción de la central termoeléctrica vecina a su pueblo. A menos de que el crimen organizado sea el interesado, por motivos económicos, de construir la termoeléctrica, las dos hipótesis, como en tantos casos de nuestra cotidiana realidad, confunden y distraen. Los interesados en edificar la planta, sean gobierno, iniciativa privada, o ambos, ¿son los responsables de difundir argumentos donde señalan al crimen organizado como los ejecutores del asesinato?
Coluden los informes. Dos vertientes. Familiares y activistas consideran que el asesinato se debió a su militancia contra la termoeléctrica; la Fiscalía de Morelos apunta al crimen organizado.


Coluden los informes. Dos vertientes. La Fiscalía sostiene que existe una cartulina escrita por el crimen organizado donde el comando Tlahuica amenaza a Samir; la Fiscalía, a pesar de conocer el mensaje —"X Puto Chismoso", etcétera— no ha mostrado la cartulina; los elementos de la Fiscalía sostienen que el padre la tiene escondida.


Coluden los informes. Dos vertientes. Compañeros de la radio comunitaria de Amilcingo, hábitat de Flores, niegan que el hoy occiso haya arremetido contra el Comando; aseguran, en cambio, que sí se había manifestado en contra de la edificación de la termoeléctrica.


Incomodan los informes. Dos vertientes. El fiscal del Estado de Morelos, Uriel Carmona, solicitó a la familia la cartulina para incorporarla al informe. Hasta donde se sabe, la Fiscalía aún no cuenta con ella. Por su parte, Samantha César Vargas, compañera de Flores en el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua, rechaza los señalamientos de la Fiscalía y comenta, "Nos preocupa que incrementen la vulnerabilidad de la familia". Por último, la oficina de la ONU en México ha criticado la insistencia con que la Fiscalía mexicana ha defendido la hipótesis del crimen organizado como responsable del asesinato.


Como casi siempre sucede, las informaciones se contradicen y la verdad se desconoce. En México, esa situación es regla. Ya sea por urdir noticias, inventar y/o esconder información o por resguardar a los responsables, la información precisa y necesaria no se conoce. Descreer de las autoridades es mal síntoma. Desconfiar de quienes representan al gobierno es signo ominoso. ¿Qué y a quién creer?


Hartos de engaños, el 22 de febrero, habitantes de Amilcingo marcharon en la Ciudad de México. Una de las pancartas decía: "Samir no murió. Lo mató el gobierno". Signo de mal agüero la consigna de los compañeros de Samir. A diferencia de la "cartulina extraviada", las palabras de los manifestantes se reprodujeron en muchos medios de comunicación.


Escribir sobre el asesinato de Flores nunca es extemporáneo. Su nombre engrosa la lista de otros activistas asesinados: Noé Jiménez, Isidro Baldenegro, Agustín y Miguel Ángel Vázquez Torres, Manuel Gaspar…


Descreer es una peste contemporánea. Mientras no se cuente con los datos precisos de quiénes son los responsables de los asesinatos de los activistas, la política, en México, en el mundo, continuará siendo fuente de incertidumbre y temor, como la peste.



« Redacción »