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Opinión Columna


Los mártires del 18 de febrero


Publicación:19-02-2019
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Tras 43 años del cobarde asesinato de seis luchadores urbanos de la colonia Granja Sanitaria, hoy Valle de Santa Lucía, su sangre derramada reclama justicia

Con el testimonio de Sandra Maldonado Arenal, hija de nuestra inolvidable compañera Sandra Arenal Huerta, publicado en la segunda edición de libro Mujeres de Tierra y Libertad, recordamos a los mártires acribillados por las fuerzas policíacas del Estado el 18 de febrero de 1976, quienes hoy representan la vanguardia y avanzada del gran movimiento urbano-popular y de la necesaria reforma urbana de Nuevo León y de todo nuestro país.

Tras 43 años del cobarde asesinato de seis luchadores urbanos de la colonia Granja Sanitaria, hoy Valle de Santa Lucía, su sangre derramada reclama justicia y no olvido. La lucha por la tierra de los desposeídos o excluidos por el sistema neoliberal, llamados peyorativa y despectivamente como “posesionarios” o “paracaidistas” por los ricos y la prensa de derecha, es un ejemplo de valor para hacer realidad el derecho de contar con un espacio de tierra donde vivir de manera digna y decorosa en su propia nación, en México.

Compartimos a continuación el testimonio de Sandra Maldonado:

“Para analizar el entorno social en el que se desenvolvió el nacimiento de la colonia Tierra y Libertad, en la ciudad de Monterrey, es necesario ubicar dicha organización dentro del contexto social local e, incluso, a nivel nacional, para poder darle su verdadera dimensión como baluarte de las organizaciones sociales urbanas.

Las movilizaciones de 1968 fueron un parteaguas para los movimientos de masas, si bien a nivel nacional antes de esta lucha destacaron las huelgas de los ferrocarrileros, mineros, copreros y maestros, entre otras. Pero, es a partir del movimiento estudiantil que la sociedad en pleno empezó a manifestar su descontento contra el régimen y a exigir públicamente que se cubrieran sus necesidades y carencias más urgentes.

Así, podemos observar que durante los años setenta la participación ciudadana entró en apogeo con el florecimiento de una serie de movilizaciones, protestas y organizaciones de masas.

Monterrey, aquella otrora tranquila ciudad de provincia, también se vio involucrada en esta vorágine. Recordemos los movimientos por la autonomía de la Universidad de Nuevo León; la creación de las Aulas Anexas en la Facultad de Medicina; el movimiento de normalistas para no perder la práctica pedagógica remunerada; la creación de la Escuela Normal Popular. También destaca la efervescencia del movimiento magisterial; la lucha de los obreros de Fundidora, secciones 67 y 68; las luchas del Sindicato de Medalla de Oro, de los trabajadores de maquilas y de los y de las telefonistas, entre otras más.

Además, en este periodo hubo quienes pensaron que la vía pacífica, la toma de las calles, los mítines y las huelgas, no eran la solución y se fueron por el lado del movimiento armado. Aquí mismo, en nuestra ciudad, nos tocó presenciar los asaltos bancarios de los guerrilleros, el asesinato de Eugenio Garza Sada, el secuestro del Boeing 747 y otras manifestaciones violentas.

Dentro de este ámbito, tan convulsionado, se inició en Monterrey la lucha urbana popular que aglutinaría a cientos de mujeres y de hombres migrantes del campo, así como a estudiantes y obreros en la búsqueda de la resolución del problema urgente de vivienda.

La crisis del suelo urbano y de la vivienda que enfrentaron miles de pobladores de escasos recursos en esta urbe, aunada al fuerte desempleo, a la gran explosión demográfica que se vivía y a una incontenible migración del campo a la ciudad, fueron los factores que motivaron las grandes invasiones de predios, impulsadas por los incipientes cuadros y bases de la colonia Tierra y Libertad, bajo los ideales revolucionarios de Emiliano Zapata.

La trágica madrugada del 18 de febrero de 1976, cuando efectivos de Protección Ciudadana disparan a mansalva contra posesionarios de la colonia Granja Sanitaria que celebraran una pacífica asamblea popular y contra una comisión de la colonia Tierra y Libertad que acudía para apoyar, desataría una feroz cacería fuera y dentro de las casas del predio y marcaría la incubación y el surgimiento del Frente Popular ‘Tierra y Libertad’.

Este Frente Popular vino a responder a las necesidades de organización fuera del marco de las centrales obreras controladas por el PRI-Gobierno, para que la gente realizara la autogestión social, la autonomía, la auto-organización y la auto-construcción, como un proyecto alternativo de desarrollo urbano y, a largo plazo, como un proyecto de sociedad basado en la igualdad y el bienestar de las mayorías, con una verdadera democracia, justicia y equidad”.



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