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Opinión Columna


¡Auxilio!, Mediocres a la vista!


Publicación:22-11-2018
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En un momento en que las libertades y facilidades que da la tecnología y superarse está al alcance prácticamente de quien se lo propone, la mediocridad tiende sus redes, dejando fuera de competencia el talento y a la gente brillante, impidiendo destacar a quien posee capacidades superiores al promedio, por el miedo al rechazo, a no ser aceptado, o ser juzgado por sus capacidades superiores, limitando así, a quienes por falta de seguridad en sí mismos y el valor de romper esquemas, se ven obligados a no destacar y ser como los demás.

La mediocridad es un mal que se apodera de forma agazapada de la conciencia colectiva, estandarizando el pensamiento y lo que podría llamarse una “filosofía” de vida en masa, en la cual, una vez que caes es difícil salir, al menos sin daños colaterales, pues el poder dominante de la comuna, no deja opción para salir ileso de los lineamientos cuadrados y reglas no escritas que se cumplen cabalmente.

Entender cómo la mediocridad se ha apoderado de nuestra sociedad no es difícil, cuando vivimos en un país en el que la televisión está saturada de programación dedicada a enaltecer contenido vulgar, con “celebridades” sin cultura, sin nada que aportar, que no manejan ni siquiera un léxico y vocabulario educado mínimo aceptable, que están orgullosos y se ufanan de su ignorancia -convirtiéndola en su mayor talento-. La mediocridad florece en todo su esplendor dentro de las empresas cuando su cultura fomenta conductas a modo de quienes dirigen la organización. La falta de liderazgo hace que los jefes limiten la creatividad y el talento de los subordinados, al margen de sus decisiones, las cuales son tomadas para imponer y demostrar su autoridad. Se rodean de personas con capacidades inferiores a ellos para que su propia incompetencia no quede expuesta. Trabajar en un ambiente así desgasta y genera el aplicar la ley del mínimo esfuerzo y al final convierte en mediocres a los involucrados, en un área, departamento, o en una empresa entera.

Laboralmente convivir con gente mediocre es desgastante, porque se convierten en una especie de cofradía, instalados en una zona de confort y si se intenta cambiar o mejorar algo, pasas automáticamente a ser el compañero incómodo, y harán hasta lo imposible por sacarte del camino, usando recursos como la grilla para declararte la guerra a muerte. Lamentablemente, si desde arriba se fomenta ese círculo vicioso, no hay mucho que pueda hacerse en una organización así, o te haces mediocre o sales huyendo.

La mediocridad es una forma de vida aprendida y fomentada desde niños, desde muy chicos se nos enseña la igualdad, como una forma correcta de vivir, de ser. Casi se exige a ser igual a los demás, no se permite cuestionar. Los modelos educativos están muy estructurados para aprender por medio de repetir y no de asimilar o entender conceptos. A a lo largo de la vida, pasando por los diferentes niveles de educación, se puede ver cómo de forma totalmente consciente se baja el nivel para que los menos aptos puedan sentirse cómodos, en lugar de fomentar el esfuerzo y motivación para alcanzar a los más sobresalientes.

Si algo debo reconocer de los mediocres es que son muy solidarios y empáticos, siempre están dispuestos a ayudarse con la finalidad de proteger su entorno de mediocridad, tienen un código de blindaje demasiado potente, cuando alguien intenta o pone en riesgo su estatus, de inmediato están dispuestos a declarar la guerra y luchar para que todo permanezca en ese confort que los hace sentirse bien.

Nuestra cultura está impregnada de una mentalidad muy mediocre, producto de dividir a la sociedad en dos grandes bloques, en “ricos y pobres”, o mejor dicho en explotadores, corruptos, prepotentes, malos, deshumanizados y ahora muy de moda el término “Fifi”; por otro lado, está el bloque de los pobres, la clase humilde, trabajadora, honesta, oprimidos por los explotadores, pura gente noble, que alguien insiste en ponerle el mote de “La raza” que además de incorrecto, es vulgar.

Fomentar esta división y guerra de sentimientos colectivos, la producción en masa de profesionales mediocres, premiar la ignorancia, no genera otra cosa sino una sociedad en desequilibrio, desinformada y con encono social -un excelente botín electoral-, escenario idóneo para la elección de gobernantes mediocres, corruptos, sin capacidad, ni liderazgo, dispuestos a “satisfacer” las necesidades de la horda de mediocres que cree en ellos.

La mediocridad no solo se hace presente en los ámbitos profesionales o económicos, también en lo emocional, hay gente que se limita a vivir y sentir, por miedo al sufrimiento, a nuevas experiencias, se conforman con una vida sin sobresaltos, ni emociones, ajustándose totalmente a su zona de confort, aunque en muchas de las ocasiones, no necesariamente están en un estado óptimo, pues a veces saben que necesitan un cambio y no se atreven a hacerlo y prefieren pagar el precio de su temor, a vivir al máximo.

Todo mediocre sabe que es mediocre, porque así lo ha decidido, al conformarse en lo que le brinda comodidad, estancarse en un punto medio, y además por hacer culto de ello, rechazando a quien no comparte esta visión autolimitada de la vida. Es común de los mediocres conformarse, dejando cosas, trabajos y proyectos a medias, mal hechos, sin el menor esfuerzo de hacer algo con calidad. Se autoengañan creyendo que algún poder o alguien los salvará , sin poner de su parte por solucionar sus problemas

Es muy peligroso cuando evades escuchar una crítica constructiva y buscas conscientemente rodearte de personas que te dicen lo que quieres oír. Cuando estás más concentrado en el momento, sin hacer planes, ni pensar en el futuro o sientes que has caído en la rutina y dejas de sentir pasión y emociones que te impulsan a buscar nuevos retos personales o profesionales. Cuando permites que la jornada laboral pase sin haber conseguido tus objetivos. Dejas que tu ego esté por encima de los demás o si te dejas someter por el miedo, peor aún, si fabricas un miedo para evadir y justificar el no trabajar o esforzarte por algo, si todo esto, o algunos de los puntos anteriores los identificas en tu vida... ¡CUIDADO!, estas cayendo en una zona de conformidad y te puede costar muy caro.

La mediocridad no es producto de la casualidad, ni consecuencia de las circunstancias, que nos tientan a victimizarnos, más bien, es el resultado de todas y cada una de las decisiones que vamos tomando a lo largo de nuestra vida. Si algo debemos tener claro, es que la mediocridad es una decisión personal, es opcional y se contagia. La mejor forma de evitarla es huir si hay mediocres cerca.

Twitter: @cristobelizondo

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« Redacción »
Cristóbal Elizondo


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