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Opinión Columna


El maestro Daniel Dimas Segovia


Publicación:19-10-2018
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Trago y tecla. De esos periodistas ya no va a haber.

Los periodistas conformamos una familia que, a pesar de lo mal que pudiera sonar, tiene lazos más estrechos que los que se tienen con la verdadera familia, porque es más el tiempo que pasamos juntos, en la calle, en la redacción, en un oficio que no reclama días de descanso ni vacaciones. Por eso cuando un periodista muere se clava un dolor tan agudo como el que sienten sus familiares de sangre.


Y ese es el caso del maestro Daniel Dimas Segovia, fallecido a los 86 años el pasado domingo. De esos años, la mayor parte la dedicó al periodismo, bien como reportero (cubría la fuente de la Universidad, cuando la Universidad empezaba), como redactor, como editor, como director y como fundador de su propia revista en los años maduros de su vida, después de su jubilación, lo cual es un decir, porque un periodista nunca se jubila.


El maestro Dimas, como se le conocía, empezó no como reportero sino como vendedor de publicidad a muy temprana edad en este su periódico El Porvenir también de temprana edad, porque había estudiado para Tenedor de Libros, como se les conocía a los hoy contadores privados. Y de ahí se contagió con el virus del periodismo. Que no estudió, entonces no se estudiaba, se aprendía en la calle.


Posteriormente se enroló en las filas de reporteros del periódico El Tiempo, ubicado en aquel entonces en las calles Matamoros y Escobedo, cuando los periódicos se esculpían a plomo. De ahí procede toda una generación de periodistas que la mayoría ya han pasado a mejor vida. El maestro Dimas después dirigió El Tiempo, cuando se hizo vespertino y pertenecía a Más Noticias, hasta que cerró sus puertas.


Después de haberme iniciado en las lides periodísticas en este su periódico El Porvenir (ya vamos a cumplir 100 años) me fui a Más Noticias, a invitación de Hugo Martínez, que de El Porvenir se fue a dirigir Más Noticias. Cuando llegué, el maestro Dimas ya estaba ahí… con su camisa floreada, una esclava del tamaño de las que usa Don King, su pelo largo y negro y su sonrisa amable. “Bienvenido joven periodista”, me dijo con una sonrisa que no supe si era de conmiseración, burla, complicidad o duelo. Y me condujo a la sección cultural.


Pronto descubrí el vértigo del periodismo en esa casa editora, tanto por el acelerado ritmo de trabajo como por la intensidad posterior al trabajo. “Operación relámpago”, escuchaba decir a Dimas e inmediatamente el tatatatatbleteo de las viejas Remington. Dicha orden significaba que había una invitación a una pachanga después de terminar. “Está invitado, joven promesa del periodismo”. Y litros y litros de cerveza, destilados y otras bebidas de esa índole, al compás de una música guapachosa y admiradoras, era el menú.


A la par de su carrera de periodismo, el Maestro Dimas también destacó como hombre de teatro, tanto en la dirección como en la actuación. Formó a muchos actores y directores y convivió con los grandes del teatro del momento.


El maestro Dimas fue un periodista y hombre de teatro destacado que vivió la vida lleno de gozo, tanto en el periodismo como en la vida bohemia, el complemento de todo buen periodista. Trago y tecla. De esos periodistas ya no va a haber.



« Redacción »