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Opinión Columna


Un huracán en Texas


Publicación:19-09-2018
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Beto podría ser un huracán premonitorio de lo que se cierne sobre la fortuna del GOP.

 

Este fin de semana entró a las costas de Carolina del Norte otro potente huracán más en lo que constituye un patrón de crecientes manifestaciones del irreversible calentamiento global producto del hombre. Pero mientras "Florence" amainó al tocar tierra, hay otro fenómeno, en uno de los estados más importantes del país, que podría trastocar profundamente —y a la larga, también de manera potencialmente irreversible— la cartografía electoral de Estados Unidos.


Si bien todo indica que los demócratas recuperarán el control de la Cámara de Representantes en las elecciones legislativas de noviembre, en el Senado la ecuación es más compleja. El GOP cuenta con apenas un escaño de ventaja en ese recinto. Pero las particularidades de cómo funcionan los comicios estadounidenses de medio término, junto con el reto de que los demócratas defienden 24 escaños contra sólo 9 por parte los republicanos, hacen que las probabilidades —a menos que haya un verdadero tsunami demócrata que lo barra todo en un referéndum sobre el presidente Trump— se inclinen a favor de un Congreso cuyo control esté dividido entre ambos partidos. Sin embargo, en el último mes y medio, la pelea por uno de esos escaños republicanos ha cambiado radicalmente de dirección, abriendo no solo interrogantes acerca de si los demócratas podrían recuperar —contra todo pronóstico— también el Senado, sino además sobre el futuro político de Texas y del país.


Y es que el senador Ted Cruz, ex contendiente en la primaria del GOP en 2016, está —en uno de los estados más republicanos, que no ha elegido a ningún demócrata al Senado o a la gubernatura desde 1984 y que no vota por un candidato de ese partido para la presidencia desde Jimmy Carter en 1976— en la pelea de su vida contra el joven representante demócrata de El Paso, Beto O’Rourke. Cruz, quien inició la campaña con una ventaja de doble dígito, se encuentra apenas 3 puntos arriba en la encuesta más reciente. Por primera vez, estrategas republicanos están reconociendo que existe la posibilidad de que O’Rourke le arranque su escaño a Cruz en noviembre. Ex procurador estatal de Texas, de origen cubano-americano, con posiciones antimexicanas y antiinmigrantes, Cruz está mostrando su desesperación al buscar que Trump haga campaña a su favor en el estado. Sólo hay que recordar todo lo que le espetó el ahora presidente a Cruz —e incluso a su esposa— en la primaria republicana para aquilatar lo desesperado que está. O’Rourke, descendiente en cuarta generación de inmigrantes irlandeses, con un parecido insólito a Robert Kennedy, apodado Beto (su nombre es Robert) desde el kínder, se ha convertido en el político más carismático del momento, despertando un movimiento de base que no se veía en Texas desde hace tiempo, sobre todo entre moderados, independientes y adultos mayores.

En la primaria demócrata votaron un millón, pero 27% de quienes acudieron a votar en ella no lo hacían desde las últimas dos elecciones intermedias, lo que demuestra que la desagradable personalidad de Cruz y la molestia contra Trump podrían inclinar la balanza para este escaño texano en el Senado. Pero el abstencionismo y la apatía entre votantes hispanos y afroamericanos son un obstáculo serio para los demócratas, sobre todo en elecciones intermedias, cuando en promedio, solamente sale a votar poco más de una tercera parte del electorado texano. Para México, la victoria de O’Rourke sería una gran noticia; ganaríamos un importante aliado en el Senado en momentos de enorme fluidez bilateral y en que potencialmente se avecina el debate sobre el TLCAN en el Congreso de EU.


A pesar de todo lo anterior, es posible que Cruz se reelija con una victoria estrecha en noviembre. Pero O’Rourke bien puede ganar perdiendo, sobre todo al abrir un horizonte real de que Texas, estado clave en el Colegio Electoral (con 38 votos, sólo por detrás de California con 55), pudiese inexorablemente teñirse de azul (demócrata) en el transcurso de una generación. Y el día que eso ocurra, el GOP y sus aspiraciones a la Casa Blanca se evaporarían. Sin los votos de Texas en el Colegio Electoral, el Partido Republicano no tiene manera, con cualquier variación y combinación de estados, de ganar el Colegio Electoral. Sería juego, set y partido. El GOP lleva ya años sembrando vientos en temporada de tempestades. Beto podría ser un huracán premonitorio de lo que se cierne sobre la fortuna del GOP.



« Redacción »
Arturo Sarukhán

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