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Opinión Editorial


Lecciones de un árbol


Publicación:23-07-2018
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El 1 de julio de 1959, el gobierno Adolfo López Mateos emitió el decreto por el cual se instauró oficialmente en el país la celebración del Día del Árbol.

 

 “En la Tierra, el mejor amigo del hombre es el árbol. Cuando utilizamos el árbol con respeto y prudencia, puede ser para nosotros uno de los mayores recursos de la Tierra”

Frank Lloyd Wright

 

El 1 de julio de 1959, el gobierno Adolfo López Mateos emitió el decreto por el cual se instauró oficialmente en el país la celebración del Día del Árbol.

Se asignó el segundo jueves del mes de julio de cada año para esta celebración e instituye de manera permanente la Fiesta del Bosque durante todo el mes. A nivel mundial el Día del árbol tiene lugar el 28 de junio.

A decir de las autoridades federales, hay en México 138 millones de hectáreas verdes; somos el cuarto país con mayor diversidad de flora en el planeta.

El ahuehuete es considerado el árbol nacional, mientras que la anacahuita, es el árbol y la flor representativa de Nuevo León.

Podemos hablar de las bondades del árbol, por ejemplo, que gracias a ellos existen los libros. Pero también, que nos permiten captar más agua, tener mayor oxígeno.

Además nos ayudan a preservar la biodiversidad y el hábitat, y aminoran el calentamiento del planeta.

En las zonas urbanas, los árboles protegen del ruido, coadyuvan a regular la temperatura, representan una barrera contra el viento y contaminantes, dan sombra y mejoran el paisaje.

Por ahí leí una frase que dice “árbol que no frutea, bueno es para la leña”. No comparto esta postura.

Pienso más románticamente como Gabriela Mistral, quien se refiere a ellos como episodios de fiesta, olor y color: “Doña Primavera viste que es primor, viste en limonero y en naranjo en flor”.

Lejos estoy de ser un alma con poesía, pero me gustaría compartir las lecciones que los árboles, la flora en general,  me han dejado y que bien podrían aplicar a la vida cotidiana del ser humano.

De los árboles he aprendido que cuando se elige la especie adecuada y se siembra en el lugar correcto, no hay tempestad que lo doblegue.

Descubrí que cuando al árbol se le trata con cariño, éste corresponde abriendo su copa como un enorme abrazo fuerte, fresco y firme.

Dice el refrán que “árbol que nace torcido, jamás su brazo endereza”. Y es cierto. Lo que nadie nos dice es que estar torcido lo hace diferente, especial,  el equivalente en la especie humana a una persona con capacidades diferentes. Ser un árbol torcido no es impedimento para que crezca y prodigue su amor recibiendo a las especies que anidan en sus ramas.

Otra lección: no importa lo gris de un mal día;  el árbol siempre nos  podrá aportar el verde , el rojizo o el café de sus hojas, la energía y calidez de su tallo, y la diversidad del color, sabor y olor de sus frutos y flores.

Los años pueden pasar y él seguirá atestiguando la historia, tal y como sucede con el legendario árbol del tule en Oaxaca, que supera los 2 mil años de antigüedad.

Y tal como dice Walt Whitman: “La hojita más pequeña de hierba nos enseña que la muerte no existe; que si alguna vez existió, fue sólo para producir la vida”.

Dicen que toda persona debe escribir un libro, tener un hijo y plantar un árbol. A mí sólo me falta una tarea por hacer…

Comentarios: nelly.cepedagzz@gmail.com



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