banner edicion impresa

Opinión Columna


Democracia participativa


Publicación:09-06-2018
version androidversion iphone

++--

De la teoría a la práctica, en un diapasón dialéctico, las tesis de Alvaro Suárez pueden traducirse en resultados concretos, si él mismo llega a ser senador

La búsqueda de mejores formas de gobierno y de convivencia social que garanticen una vida digna a todos los ciudadanos, sin distingos de pensamiento, etnia, religión, preferencias sexuales, clase social, es una constante dentro de las conformaciones sociales. Y casi todos, por no decir todos, los integrantes de la familia social coinciden en que la democracia es el sistema político que garantiza mejores condiciones de vida para todos los ciudadanos.


Pero la democracia es perfectible, no es un topus uranos, un limbo o una sucursal del paraíso; siempre elusiva, constantemente en movimiento, la democracia está sujeta a críticas, debates, revisiones que permitan corregirla, perfeccionarla, hacerla real. Pero sin duda es mejor, en cualquiera de sus expresiones, a las dictaduras, a las juntas militares, a los gobiernos supuestamente independientes, a los totalitarismos o las “democracias” que garantizan la guerra y la destrucción.


La democracia participativa impulsa la acción de los ciudadanos en las decisiones del gobierno, claro, un gobierno atento a los ciudadanos que basa su trabajo precisamente en las demandas y reclamos de los ciudadanos, no de una élite, o un sector o de los funcionarios mismos del gobierno. Aunque se diga democrático un gobierno que opera sólo para unos cuantos desata la corrupción, la impunidad, el crimen y el despotismo. Y es un gobierno que se tapa los oídos ante la voz de los ciudadanos.


Alvaro Suárez Garza, luchador social, académico y activo partícipe de las causas ciudadanas, coyunturalmente candidato a senador por el partido Morena, acaba de publicar el libro Democracia participativa, Influencia ciudadana en las decisiones públicas, en el que plantea, en base a lecturas de pensadores y de sociólogos, la importancia de esta forma de gobierno impulsada por la ciudadanía misma.


Con lujo de detalles marca la diferencia entre la democracia participativa y la democracia electoral, la democracia de estado, la democracia partidista. Cada una ha sido parte de un periodo histórico y de un largo proceso de luchas y esfuerzos de grupos y organizaciones, que ha de desembocar en la concreción de un sistema político que permita mejores condiciones de vida para los ciudadanos.


“En las sociedades democráticas la participación ciudadana es la pareja indispensable de la representación política y, entre una y otra, se necesitan mutuamente, con el fin de darle significado a la democracia. No obstante, la primera es mucho más flexible que la segunda y es también menos conocida, aunque su nombre se pronuncie con más frecuencia”, señala Alvaro Suárez en su libro.


De la teoría a la práctica, en un diapasón dialéctico, las tesis de Alvaro Suárez pueden traducirse en resultados concretos, si él mismo llega a ser senador de la República, porque significa que los ciudadanos han dado por fin el salto cualitativo de meros entes pasivos a partícipes de las decisiones de gobierno, claro, de un gobierno democrático.



« Redacción »