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Opinión Columna


Categorías entre los empresarios


Publicación:15-05-2018
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No se ha calculado que en la vida de un país un problema tiende siempre a convertirse en un problema esencial

Contrario a lo que sucede en México en que las alianzas de los partidos no se han conformado para ofrecer un programa de gobierno común, sino para atraer votos para prolongarse en el gobierno con jugosos incentivos.


A este respecto escribe Duverger: “…este programa es siempre vago…define generalmente fines más que medios, (bajo la consideración de que) el gobierno es un problema de medios, y que el desacuerdo profundo entre los partidos aliados descansa generalmente en los medios. Hay más: parece existir una divergencia natural entre las alianzas electorales y las alianzas gubernamentales. Podría formularse así: las alianzas electorales tienden a ser dominadas por el partido más extremista; las alianzas gubernamentales, por el partido más moderado. Esta oposición refleja el antagonismo natural de gobernantes y gobernados. Los primeros están obligados a tomar en cuenta los intereses existentes, lo que obliga a no satisfacer más que parcialmente a cada uno de ellos, están frente a los hechos que limitas las posibilidades de acción; los segundos no ven más que los intereses de particulares,…sabiendo que los demás no están satisfechos…no los problemas gubernamentales y el estrecho margen de posibilidades que dejan” (Los partidos políticos. FCE. Dimensiones y alianzas)


Luego de conocerse el fenómeno de la relativa prosperidad y estabilidad formando parte del capitalismo, frente a la catástrofe anunciada por Carlos Marx por el paso del auge a la depresión a consecuencia de la guerra de los precios, y de la supresión de la competencia recomendada por Adam Smith en la teoría de los sentimientos morales, hasta que finalmente no se pudieron desplazar las fronteras nacionales e intuir el exterminio de la humanidad, los partidos políticos iniciaron un proceso de parecerse entre sí para no dar lugar a opción alguna frente a la política mantenida por los gobiernos, acentuando de esta manera su aproximación de los partidos que terminaron en el mundo occidental desarrollado por suprimir la diversidad de los programas gubernamentales propuestos por estos organismos que permiten el tránsito de las expectativas electorales..


El problema se complicó cuando entre los países subdesarrollados, los partidos políticos de izquierda precipitaron un sensible desplazamiento hacia la derecha, movidos por la consideración de que sus programas de reformas no serían acogidos por los electores, simplemente porque eran impracticables o resultaban que tales cambios no eran necesarios, extraviados en la ficción revolucionaria aun cuando entre sus reivindicaciones pretenda unir a los descontentos para conservar la virulencia de los cambios y se reserva el lugar de consignas vagas, contestatarias sin posibilidad de llevarse a cabo y demagógicas de las pasiones populares que únicamente agradan a una minoría.


Bueno, la fuente de todas las dificultades se encuentra en que la renuncia a demandar reformas económicas, políticas y sociales y el largo tiempo en el sistema político mexicano de favorecer la existencia de cerca de ocho opciones a la del gobierno ha desencadenado que inevitablemente sea una minoría la que conduzca al país, hasta el extremo de que en México esta práctica de pulverizar la contabilización de los sufragios que finalmente concluye sin poder aclamar el parecer de la mayoría, se complementa con la misma aproximación de los programas propuestos por los partidos, hasta la coyuntura en que la disputa de las opciones a escoger no es la contraria al gobierno de Enrique Peña Nieto, sino las otras alianzas de los partidos políticos que ven en Andrés Manuel López Obrador la virulencia revolucionaria de la toma del Paseo de la Reforma en los comicios de 2006 y la toma del Palacio Legislativo en 2012.


Lo cual indudablemente acusa que ninguna de las alianzas cuenta con la fórmula adecuada para atender las dificultades económicas y sociales por las que atraviesa el país desde la crisis de la deuda externa y la coyuntura en que los conquistadores cambiaban el oro por espejitos.


La apertura de los sectores conservadores hacia la izquierda o la fórmula de la democracia cristiana, refleja el intento por parte de las fuerzas continuistas de asumir bajo su dirección algunas reformas, cuya necesidad inaplazable continuada desde hace más de treinta años es susceptible de inclinar al electorado hacia una coyuntura de la izquierda sin participación, desplazada además por los llamados de Alfonso Romo de cobijar su acaparamiento de tierras en el Sureste y de su producción de alimentos transgénicos dañinos por sus efectos cancerígenos a la salud del mexicano por la vía de su alimentación, igual al maíz, el frijol y la leche contaminados que distribuyó el gobierno que lo patrocinó para colmar lo dicho en la primer defensa que hiciera de Andrés Manuel López Obrador a fines del año pasado: Plantee a mis socios la oportunidad de hacer negocios a la sombra de las elecciones y de patrocinar al candidato de Morena.


No se ha calculado que en la vida de un país un problema tiende siempre a convertirse en un problema esencial, a partir del cual se efectúa la elección por parte de los ciudadanos, sin tomar en cuenta el rezago de los salarios del que todos -sin excepción- de los empresarios se han beneficiado y de todo lo que se esconde en los tipos de cambio y las devaluaciones por carecer de inversiones.



« Redacción »
Carlos Ponzio


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