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Opinión Columna


Porfirio Muñoz Ledo


Publicación:28-11-2017
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Oportuno el homenaje en la UNAM, más aún en estos tiempos de mezquindad, donde tanta falta hace generosidad para reconocernos entre nosotros mismos

 En días pasados, la Coordinación de Humanidades de la UNAM realizó un homenaje a Porfirio Muñoz Ledo. A lo largo de dos días, personalidades de todos los ámbitos de la vida pública del país, destacaron la trayectoria de uno de los políticos más prolijos de la historia reciente del país. Un hombre que desde el siglo XX, ya lo era del siglo XXI.


Muñoz Ledo es un hombre de Estado en el más estricto sentido del concepto: un individuo con misión creadora. Aquél que se distingue del político simple por su intuición, por su habilidad en unir intereses contrarios y por su perspectiva política central, que es hacer del Estado un instrumento al servicio de la nación.


Es un hombre de sólida formación profesional y vasta cultura. Incansable lector, de una memoria y una inteligencia privilegiadas. Un hombre polémico, que desata pasiones, pero quien siempre defiende con argumentos sus convicciones.


Protagonista fundamental en las transformaciones políticas más relevantes en la historia reciente de México. Desde el surgimiento de la Corriente Democrática del PRI, que cuestionó al presidencialismo autoritario representado en la designación presidencial de su sucesor, que hoy vuelve por sus fueros y las políticas neoliberales que privatizaron el patrimonio nacional y que profundizaron la desigualdad en el país, hasta la conquista de la primera Constitución Política de la Ciudad de México.


Es memorable su interpelación a Miguel de la Madrid durante la presentación del VI informe de gobierno, el 1º de septiembre de 1988, que derrumbó uno de los símbolos más representativos del presidencialismo. A partir de ese día, nada ha vuelto a ser igual en la relación entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, pese a las lamentables distorsiones de los legisladores y la evasión del Ejecutivo para rendir cuentas al Congreso.


Como lo es también su discurso, nueve años después, al responder el informe presidencial. El 1 de septiembre de 1997, siendo el primer presidente de la oposición en la Cámara de Diputados, en una pieza oratoria considerada una de las mejores que se haya pronunciado en la tribuna de San Lázaro. Muñoz Ledo espetó a Ernesto Zedillo: "Saber gobernar es también saber escuchar y saber rectificar. El ejercicio democrático del poder es, ciertamente, mandar obedeciendo". "Lo que en última instancia significa el cambio democrático es la mutación del súbdito en ciudadano". "Nosotros, que cada uno somos tanto como vos y todos juntos valemos más que vos".


Sus intervenciones durante la Asamblea Constituyente de la CDMX dan cuenta de la madurez alcanzada. Su ingenio creó nuevos conceptos parlamentarios, como el "itacate legislativo", para referirse a la agenda pendiente en la Constitución local: renta básica universal, progresividad fiscal, ciudadanía universal, mayoría de edad a los 16 años, entre otros.


En estas, defendió una Constitución fundada en el derecho a la ciudad, en una visión que sintetiza un proyecto alternativo de nación. Confrontó a los detractores: "Asombra la prédica de los fundamentalistas, denominados energúmenos, por Cosío Villegas, que consideran las prerrogativas y obligaciones de la ciudadanía como una atadura para la libertad". "Pretenden restaurar la noción abstracta del individuo que esconde todas las desigualdades y las marginaciones. No pocos levantan armas contra la ampliación de los derechos humanos, y los califican de utópicos o inconstitucionales".


"Para que sea limpia la vida pública, tiene que haber gobierno y tiene que haber oposición. El terror de los partidos a los ciudadanos tiene que terminar".


Para Porfirio la Constitución "es la síntesis de una elaboración colectiva en la que concurren muchos mexicanos y mexicanas, preocupados por impulsar un proceso de democratización de la vida nacional". "Este debate intenso ha sido una actualización ideológica y conceptual de la clase gobernante del país".

"No nos importa que la gloria de concretarlo se la lleven otros, lo importante es sembrar ideas que sirvan a la nación".


Oportuno el homenaje en la UNAM, más aún en estos tiempos de mezquindad, donde tanta falta hace generosidad para reconocernos entre nosotros mismos.



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