Sí que han sido muy movidas las recientes semanas: Margarita Zavala emprendiendo su propio camino rumbo a la presidencia de la República fuera del Partido Acción Nacional (por decisión propia); el deseo manifiesto de más de 40 aspirantes a la Primera Magistratura del País y el arduo trabajo que les representa la recopilación de la cantidad de firmas estipuladas por el INE.

También está la resolución de casos e inconformidades  por parte de la Suprema Corte que marcan, ahora sí, rumbo y certidumbre de cara a las elecciones del 2018 y “destapes”, muchos “destapes” de todos aquellos que ya han dicho por lo alto, que quieren ser esto, o lo otro.

Pero hoy me quiero referir a dos circunstancias particulares: Margarita Zavala y el perfil de los candidatos de cara al 2018.

Aún sin ser militante de alguna sigla política,  diré cuánto lamento la salida de Zavala, de las filas de Acción Nacional. Lamento que su lucha (legítima, claro está) no la haya continuado desde dentro del albiazul.

La considero una mujer valiosísima no sólo para el PAN sino para la lucha democrática de esta nación; reconozco en ella, además, a una mujer muy inteligente y el panismo y el país, necesitan gente que representa y reúne todas las cualidades que ella posee.

Pero también respeto su postura y espero que alcance lo que tanto desea; y que desde la presidencia o cualquier otro cargo de elección, siga haciendo escuchar y valer la voz de la mujer mexicana.

Ahora bien, quisiera hacer un par de reflexiones en torno a los perfiles de todos aquellos que han hecho públicas sus aspiraciones rumbo a un cargo de elección popular.

Primera: los mexicanos estamos cansados, cansadísimos, de aspirantes de poses, que por lo público son todo dientes, sonrisas, abrazos; y por lo privado se atiborran de antibacterial para limpiarse los besos y los “gérmenes del populacho”; Rodrigo Medina y el inquilino de Los Pinos son buenos ejemplos de lo que hoy digo, pero no son los únicos.

Segunda: los partidos políticos deben también pensar en buenos candidatos, en aquellos que son los que la gente necesita porque estarán cercanos a ellos y resolverán problemas; no se vale elegir (al menos moralmente hablando) al conductor de moda sólo para alcanzar los votos necesarios que garanticen la permanencia de un registro.

Tampoco se vale (moralmente hablando, una vez más) imponer candidatos. La historia contemporánea está llena de terribles “gallos” y “gallinas” que ganaron una convención por negociaciones entre grupos dentro de los mismos partidos, pero que a la hora de salir a una elección constitucional, no son lo que esperaban y el resultado es un sonado fracaso.

Me disculpo si la adrenalina habla por mí, pero falta tan poco para que arranque el año electoral que se me cuecen las habas por ver qué harán los partidos de Nuevo León al respecto de sus aspirantes.

Claro, algunos de ellos irán por la reelección lo cual, sin duda, también será un termómetro, un interesante ejercicio para ver qué opina de ellos el electorado.

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