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A música celestial: en pobreza y humildad


Publicación:29-12-2019
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Sobra el orgullo, nos falta la humildad del recién nacido en Belén.

Así le debió sonar a los pastores aquella noche en Belén, y así me ha sonado a mí este tercer domingo adviento que nos pone a las puertas cercanas de la celebración de la nochebuena, invitándonos al gozo de la verdadera alegría. He tenido tres momentos intensos de canto y música en este domingo de Adviento que invita a la alegría. El viernes en Zafra, con mis compañeros, nos abrimos al estudio del evangelio según Mateo, quien en su capítulo cuarto nos propone un modo de vencer el deseo de riqueza, de éxito y de poder que puede tentar continuamente al ser humano. Nos muestra el evangelista que Jesús los superó por caminos de radicalidad optando en su vida por la pobreza que enriquece, la debilidad que fortalece y la humildad que empodera. Algo realmente escandaloso, hasta el punto de llevar al que había nacido en el pesebre hasta el leño de la cruz por la fuerza de su coherencia. Me preguntaba yo por la presencia de este niño recién nacido en toda esta música celestial.

El pobre que nos enriquece a todos

He sido testigo orante del concierto del “mesías de Haendel participativo”. Patrocinado por la Caixa, allí estaban cientos de voces que cantaban al unísono. La pieza elegida y el momento de ofrecerla no podía ser más ideal en las vísperas navideñas que nos hablan de esperanza que surge en torno al recién nacido, Jesús. Se podía seguir la letra en un folleto que ayudaba a entender la parte festiva o lúgubre de lo que se entonaba desde el profeta Isaías, dando cuenta de la gloria del mesías y su reino esperado, o el tono del siervo de Yahve, hombre dolorido llevado al matadero. La crítica artística la dejo en manos de expertos conocidos que vi allí mismo, lo que asumo para mí es cómo me emocionó y me llevó a la oración y a la contemplación de ese momento, sabiendo que lo que ha provocado este arte, belleza, música, canto, ha sido la pobreza de un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre, así tal cual. Pensaba y sentía en mi interior una alegría profunda, todo aquél espectáculo tan rico y cuidado, no tendría sentido sin aquel silencio, oscuridad y pobreza del Belén anónimo, del aldeano nacido en la mayor intemperie y arropado por la ternura de su madre, el cuidado de su padre y la colegialidad de otros pobres, de la luz de los astros, de la tierra que olía a paja y ovejas, y de los animales que querían ser hermanos de aquél que venía en pobreza porque era el todopoderoso. Me quedo con el aleluya y el amén, reforzado y brindado para la eternidad, de la mayor pobreza la mayor riqueza. Ojalá el mundo descubriera esta pobreza que enriquece. Se puede vivir mucho más con menos. Nos sobra casi todo, nos falta saber andar descalzo y desnudos en la verdadera confianza del que nos lleva y cubre con su sombra. No hay navidad sin la pobreza liberadora del mesías.

La debilidad que fortalece

En la mañana del domingo de “gaudete” –estad siempre alegres- celebro la eucaristía en la residencia de los mayores de la Granadilla. Asisten los fieles de siempre: cojos, ciegos, enfermos, pobres, débiles, acompañados por el director que hoy ha querido compartir este espacio con nosotros sacrificando su día libre, y de nuevo la música nos envuelve. En este caso el coro del Cerro de Reyes, que siempre es fiel a la cita con nosotros en la navidad, para ayudarnos a vivir con gozo a través de su música y sus cantos llenos de pasión y de amor. Nos llevan por cantos de adviento y acento prenavideño, después nos acompañan a inaugurar el belén montado en la entrada, que el año anterior fue reconocido con el primer premio del ayuntamiento de Badajoz en el certamen de belenes. Este año está divino, como corresponde a su significado, pero lo es porque nos ponemos alrededor del mismo y allí se cumple cien por cien la palabra bíblica antes proclamada: los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los mudos cantan, los pobres se alegran… y lo débiles se sienten fuertes, esperanzados, queridos, alegres, con ganas de fiesta y de vivas… imparables. Cómo no recordar a ese Dios todopoderoso, que se despojó de su rango, haciéndose uno de tantos, acercándose a los pobres, ciegos, cojos… para hacerlos sentir únicos, amados, fuertes. El niño envuelto en pañales en su debilidad es el creador del mundo entero, así es, los débiles del mundo cuando se unen y se cuidan, se hacen los más fuertes del mundo, imbatibles, como lo fue Jesús, el roto en la cruz nos ha curado a todos y nos ha salvado. La mayor debilidad se ha convertido en el fundamento de todo lo creado. En la Granadilla hoy, el canto se ha hecho vida, el villancico ha sido himno de la alegría y de la fuerza esperanzada de los mayores. Este mundo no necesita ser más fuerte, ni poderoso, sino más humano, abrazarse en la debilidad con el cuidado de la ternura y el amor, sólo eso nos hará fuertes, hay que volver a la fuerza de la debilidad amada. Sobra la fuerza competitiva, nos hace falta la humildad del niño de Nazaret, el que se educó en sabiduría y gracia.

La humildad de lo oculto ha sido ensalzada hasta el cielo

Ese Jesús oculto en Nazaret, treinta años de vida oculta, toda una historia. En la tarde allí estábamos en el nuevo locutorio del convento carmelitano de Talavera, la comunidad religiosa en sillas sencillas y sobrias, y sacando asiento para unos cuantos invitados. El piano de Pedro Monty preparado y tocando acordes, acompañado de sus hijos y su esposa, y al fondo se oyen cantos y gárgaras de Pilar Boyero que se prepara para una actuación singular y única, un concierto de copla española en un convento de clausura. Esta artista acompañada por la sencillez de sus padres y alguna amiga más que vienen de lejos por oírla, entre ellos un joven cubano recién llegado a España, la Tata del convento, y algún cura invitado junto al del pueblo. Entre las monjas, Rosario que cumple noventa años el 24 de diciembre y que hace unos días le cantaron la “salve” como despedida en su agonía, pero que no ha querido perderse el concierto y se ha resistido, hoy tatareaba las canciones. Ha sido una tarde de gozo, de alegría, de sencillez, tan oculta como gloriosa, para unos y para otros. La coplera nos ha dado su saber hacer, cantar, con la delicadeza y el arte que la caracteriza, pero todo hemos recibido de esta comunidad esa acogida que solo puede ejercerse en la verdadera humildad de lo humano. Ellas proclaman el canto del magnificat, de la grandeza de los que han encontrado el amor absoluto y ahora saben vivir en la libertad de la pobreza, la debilidad y lo humilde, en lo oculto de esta casa común, que quiere ser de Dios. Ellas lo verbalizan con sus gestos, su cercanía, su humor, su canto, sus gritos, sus olés… La humildad se ha abrazado, se han abrazado la cantante y la madre superiora, como madre e hija, y ese gesto ha sido el mayor aleluya en este domingo de la alegría en la esperanza del adviento que se abre a la Navidad. Hoy se ha vuelto a evidenciar que este mundo ha de caminar por sendas de lo más humilde y sencillos, solo los que son así cambian el mundo a mejor. Sobra el orgullo, nos falta la humildad del recién nacido en Belén.



« Redacción »