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Cultural Literatura


Es absurdo pretender que la gente sólo oiga a Mozart: José de la Colina


Publicación:18-11-2019
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Una charla hasta ahora inédita con el escritor José de la Colina

Para el escritor José de la Colina (Santander, España, 1934 / Ciudad de México, 2019), fallecido el pasado lunes 4 de noviembre a los 85 años de edad, el periodismo cultural ha sido “el verdadero motor” de la cultura en nuestro país. Nos decía en una entrevista:

      Cuando Fernando Benítez hacía los suplementos culturales, los extranjeros se asombraban, pues ni en países desarrollados había algo parecido. Creo que los suplementos culturales han ejercido las funciones que muy débilmente ofrecen las bibliotecas y las escuelas, siempre escasas. Han impulsado la cultura. Diga lo que diga don Vicente Fox, somos un país subdesarrollado en perpetua catástrofe educativa y cultural. En tales circunstancias, es asombroso el florecimiento del periodismo cultural mexicano.

      La plática, por supuesto, se llevó a cabo en los tiempos panistas. Aún no empezaban a desfigurarse los suplementos, como ahora, ni a desmoronarse la prensa cultural, como ahora.

La cultura de la televisión

—¿Se leen los suplementos?

      —Sí, parece que mucha gente los lee, aun si está en crisis. Se cerró el periódico Novedades [en el año 2002] y desapareció el suplemento “El Semanario Cultural”. Y el “Sábado” de unomásuno, que dirigía Huberto Batis, ya no existe (y el unomásuno que subsistió es un fantasma grotesco). Otros suplementos tienen que basarse en las tijeras, porque no se les da presupuesto. Es el caso de Crónica. Y así van todos por el estilo. De paso diré que, afortunadamente, yo hago lo que realmente deseo hacer: escribir. Es decir, pese a la crisis, los suplementos, si mueren unos, renacen otros…

      Quizás en aquellos tiempos sí. José de la Colina, en efecto, podía vivir tranquilamente de su trabajo periodístico porque antes de las tribulaciones que dieron inicio a partir de la segunda década del siglo XXI las cosas se han ido desplomando para la prensa cultural. Quizás por eso las palabras de José de la Colina ubican, de muchas maneras, un contexto cultural que se ha ido tal vez para siempre.

      —Y en esta crisis cultural, ¿qué papel ha jugado la televisión?

      —La televisión, para bien o para mal (creo que frecuentemente para mal), está más sometida a los intereses comerciales de otros medios. Pero, para bien o para mal, este medio, el televisivo, es cultural, desde los noticiarios y documentales hasta las películas y sus series, aun fenómenos tan depravados culturalmente como las telenovelas. Se quiera o no, existe una cultura de la telenovela. A mí, que las he visto de paso, al zapear, y a veces por morbosa curiosidad, me parecen monstruosas por estúpidas. Pero, por lo visto, alguna gente las necesita y, por lo demás, ni un intelectual por cual puede presumir de tener ciertas bajas aficiones (a mí me gustaba ver a Gloria Trevi aun en sus idiotas performances, pese a que canta como King Kong y baila atrozmente). La cultura es una cosa que ocurre en todos los niveles, de arriba abajo, y de abajo hacia arriba. Es absurdo pretender que toda la gente sólo oiga a Mozart y lea a Marcel Proust. Un buen bolero, un buen cómic, están bien. Pero el problema es lo desmedida que está la cultura idiota, la industria de la sentimentalidad y el lugar común. No puedo creer que la televisión, y particularmente Televisa, emita esas toneladas de vulgaridad, de oscurantismo, de mierda “cultural”, como hace Televisa que, por desgracia, es la verdadera Secretaría de la Cultura Nacional. Y no tengo, en principio, nada contra la telenovela como género.

      “Podrían ser mejores, aun si son una especie de opio del pueblo. Recuérdese que el mismo Marx dijo eso: opio del pueblo (refiriéndose a la religión), en un sentido que no era precisamente peyorativo. Creo que él admitía el papel consolador que por lo menos tenía la religión. Lo mismo podía decirse de ciertas culturas de las masas. ¿Una válvula de escape para la presión económica y social? Bueno, pues ya es algo, siempre que no sustituya a una cultura de más alto nivel”.

Hablar es hacer cultura

—¿Por qué la gente ya no se interesa en la cultura? ¿Por los medios masivos de comunicación?

      —No entiendo tanto ese “ya no”. La gente, en un 80 por ciento o más, nunca se ha interesado en la cultura. Por ejemplo, hace suya una canción o un chiste, que puede ser un buen cuento, es decir una buena obra oral. ¿Quién es el autor de esa maravillosa canción que dice “los barandales del puente se estremecen cuando paso…”? La cultura se hace hasta por quienes ni siquiera podrían definir esa palabra. Hablar, solamente hablar, es hacer cultura. El más salvaje aborigen de la recóndita selva, si entona un canto, hace cultura, la suya. Quiero decir que la cultura no es solamente una cosa que ocurre como un ensayo literario, una obra pictórica o un cuarteto de cuerdas.

      —¿Pero hay una cultura culta?

      —Hay, ¡qué remedio!, una cultura de especialistas. Leer, sencillamente leer, ya es una especialidad, no se diga escribir. Pero un campesino iletrado (perdón si insisto en esto) también tiene una forma de leer: no lee libros, pero lee las nubes para saber si lloverá; lee el tiempo y el clima, lee el campo. Precisamente ocurre que la palabra “cultura” viene de “cultivo”, de labrantío. El solo hablar es un hecho cultural, un intercambio de signos fonéticos, de imágenes, de ideas.

      —¿Cómo han contribuido los suplementos a la formación de la cultura nacional?

      —Según mi experiencia, y he pasado por casi todo el periodismo cultural de México, sí se leen. Insisto: la cultura mexicana se ha hecho más en las publicaciones periódicas que en los libros. Quizás eso esté mal, pero así es. Y claro que sería mejor que se leyeran libros. Pero hay miedo al libro. Una vez quisieron combatir ese miedo con el eslogan “Los libros no muerden”. Error: los libros sí muerden, y además besan y hacen el amor, y alimentan, y ayudan a vivir, etcétera. El libro sigue siendo esencial, no puede ser suplantado por el cine y la televisión. En México se necesitan bibliotecas, no ese elefante blanco como la Megabiblioteca José Vasconcelos, no un monstruo librero central, sino muchas y muy bien esparcidas bibliotequitas. Y con rico surtido y con todos los niveles de obras: desde Corazón diario de un niño hasta Góngora o Marcel Proust. Las obras minoritarias mueven la cultura. Los libros y los suplementos deben existir aun si llegaran a no tener más que un lector. ¿Cuántos lectores tuvo en su tiempo Juana de Asbaje, apodada Sor Juana Inés de la Cruz? Poquísimos, y quizá los más sólo en España, donde sus amigos virreyes le editaron su Inundación Castálida. Ahora tiene algunos lectores más; pero si sólo fueran cien, eso ya sería una ganancia.



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