banner edicion impresa

Cultural Más Cultural


No perecerá ni un cabello de vuestra cabeza


Publicación:17-11-2019
++--

“No perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.

El Evangelio de Lucas nos presenta a Jesús subiendo a Jerusalén por espacio de varios capítulos: desde Lc 9,51, donde se lee que él “se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén”, hasta 19,41, donde se lee que “al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: ... No dejarán en ti piedra sobre piedra...” (Lc 19,44).

Al orientar a Jesús hacia Jerusalén, en realidad, el evangelista tiene en mente el Templo. Tanto le urge la llegada de Jesús a esa meta, que olvida relatar su entrada en la ciudad misma. En efecto, después de presentarlo a la vista de Jerusalén, desde un lugar que la tradición identifica con el nombre “Dominus flevit” (El Señor lloró), acto seguido, dice: “Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los vendedores...” (Lc 19,45). Y sigue diciendo: “Enseñaba todos los días en el Templo” (Lc 19,47). Una de esas enseñanzas es la que nos refiere el Evangelio de hoy.

“Como algunos hablaban del Templo, de cómo estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: ‘De esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida’”. Obviamente todos quedaron helados con esta sentencia profética y la reacción no se hizo esperar: “Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que eso está para ocurrir?”. El Templo era un edificio imponente que se había tardado cuarentaiséis años en construir (cf. Jn 2,20). La señal de su total destrucción tenía que ser también imponente.

No está de más observar que, mirando con la perspectiva del tiempo, la predicción de Jesús no tardó en cumplirse. En efecto, el Templo fue totalmente destruido por los romanos en el año 70 d.C. Literalmente no quedó piedra sobre piedra. Hasta el día de hoy los judíos se lamentan ante un muro de piedra que servía de fundamento a la esplanada donde se alzaba el Templo: el muro de los lamentos.

Pero a nosotros nos interesa otro tipo de predicciones: las que se refieren a sus discípulos. En primer lugar, Jesús les advierte que muchos usurparán su nombre diciendo: “Yo Soy”, es decir, se harán adorar como el salvador. Jesús les dice: “No los sigáis”. Ha habido en la historia episodios en que el Estado totalitario se ha erigido como el valor absoluto. Pero los cristianos nunca se han plegado a sus ideologías. Por eso Jesús sigue advirtiendo a sus discípulos: “Os echarán mano y os perseguirán... llevandoos ante reyes y gobernadores por mi nombre...”. Pero la victoria de los discípulos está asegurada, si se mantienen fieles: “Esto os sucederá para que deis testimonio... yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios”.

En muchos ambientes de nuestra sociedad secularizada y hedonista, si alguien quiere ser fiel a Cristo, siente que por su condición de cristiano –peor, si es católico- es marginado y descalificado y se ve expuesto a perder la esperanza. De esto nos ha prevenido Jesús: “Todos os odiarán por causa de mi nombre”. Pero él mismo promete: “No perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.



« Redacción »