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Mi corazón joven quiere construir un mundo mejor


Publicación:01-09-2019
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Nuestra relación con Jesús nos confirma ese deseo y la promesa firme de Dios de alumbrar “un cielo nuevo y una tierra nueva”

Con gusto e interés he acogido la nueva exhortación “Cristo vive” que con tanto cariño nos diriges a las personas jóvenes. He sentido la alegría de tu acompañamiento confiado y sereno que nos estimula y nos provoca al seguimiento de Jesucristo. Como militante de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), sintiéndote amigo, hermano y compañero en el camino de la vida, quiero agradecerte sobre todo el cariño y la preocupación que tienes por nosotros los jóvenes, nuestra vida concreta, nuestros proyectos y nuestras dificultades, y haber tenido el gesto de regalarnos otra joya de tu magisterio, presentándote una vez más, como el “testigo-misionero” que cada bautizado está llamado a ser.


Cuando las palabras salen del corazón de las personas nunca vuelven vacías, sin duda estimulan; cuando esas palabras van avaladas con gestos sinceros, nos entusiasman, y si el entusiasmo encuentra un corazón abonado surge el compromiso. Tú estás convencido de que el corazón de todo joven es un campo que Dios prepara para dar fruto, y con un lenguaje claro, directo, propositivo y entusiasta nos convocas a la esperanza, a desarrollar una vida plena de sentido y a comprometernos en la transformación de la realidad desde el encuentro personal con Jesucristo.


Gracias porque en todo momento consigues inquietarnos, cuestionarnos, pensar y estimular todo el potencial que llevamos dentro, gracias por creer en cada uno de nosotros y querer contar con nuestros dones en la construcción de una iglesia fiel al Evangelio. Tu exhortación, que suscita interés desde el primer párrafo, es toda una provocación de quien vive con “entusiasmo” y solo quien vive entusiasmado tiene la capacidad de “entusiasmar a otros”. Como buen comunicador mantienes un tono directo, cercano, en plano de igualdad para hablar de todo sin prejuicios ni tabúes, también de las posibilidades, los riesgos y los dones que cada joven encierra y está llamado a desarrollar.


Y con este sentir, estamos dispuestos a hacer caminos juntos alentados por el Espíritu de Jesús y conmovidos por el grito de las personas empobrecidas. Francisco, tus palabras no me dejan indiferente, eres capaz de asumir la crítica y las aportaciones que los jóvenes hacemos a la Iglesia y al mismo tiempo eres capaz de descubrirnos que el deseo del joven de “construir un mundo mejor” coincide con el deseo de Dios. Y nos pones, sin complejos, en relación con Jesús, para que experimentemos por nosotros mismo la novedad que Él ofrece.


Nuestra relación con Jesús nos confirma ese deseo y la promesa firme de Dios de alumbrar “un cielo nuevo y una tierra nueva”, en definitiva, el deseo inscrito en el corazón de todo ser humano de construir una civilización más justa y fraterna.


El compromiso social del joven, como rasgo específico, para la transformación del mundo según el proyecto liberador del Padre-Madre Dios es el don que suscita el Espíritu de Jesús en cada uno de nosotros bajo la incansable y pesada etiqueta que esta sociedad nos coloca: la generación indiferente, alienada e individualista que al sistema capitalista le conviene que tengamos.


“Propongo a los jóvenes ir más allá de los grupos de amigos y construir la «amistad social, buscar el bien común.” Frente a esta orquestada “enemistad de la guerra” en la que vive el mundo, se puede vislumbrar la capacidad que tenemos la juventud para crear una “amistad social que busca el bien común” teniendo en cuenta a todas las personas y sin dejar atrás a ninguna de ellas, como muestra las múltiples causas en las que los jóvenes estamos comprometidos.


“Si logramos buscar puntos de coincidencia en medio de muchas disidencias, en ese empeño artesanal y a veces costoso de tender puentes, de construir una paz que incluya a todos, ese es el milagro de la cultura del encuentro que los jóvenes pueden atreverse a vivir con pasión.” Sin embargo, parece que este mundo no está dispuesto a “renunciar a algo para que se dé el milagro de la cultura del encuentro”, pero una vez más somos las personas jóvenes quienes, a pesar de nuestra aparente indiferencia, con nuestro compromiso social y contacto directo con las personas más empobrecidas, somos quienes suscitamos en nuestros entornos más cotidianos la oportunidad de profundizar en la fe y el poder discernir junto a otros compañeros de camino nuestra propia vocación en este mundo.


Sin duda, el “compromiso concreto desde la fe para la construcción de una sociedad nueva”, surge del descubrimiento del sueño que Dios tiene para cada uno de sus hijos e hijas y evidencia nuestra capacidad de entusiasmo por un compromiso comunitario que genera una transformación que conduce a un mundo más justo.


Así mismo, y teniendo en cuenta nuestro compromiso, en muchas ocasiones esporádico, es necesario enraizar procesos organizados, continuados y acompañados que nos permitan fortalecer nuestro compromiso, constituyéndose como un reto para nosotros que vivimos en una sociedad líquida donde impera la inmediatez y la superficialidad.


A pesar de las muchas dificultades, mi corazón quiere construir un mundo más justo y fraterno junto al resto de hermanos y hermanas. Y como bien nos sugieres, ser jóvenes protagonistas de nuestra propia historia y de la historia de salvación de este mundo enfermo, que tiene necesidad de ser cuidado se convierte en una tarea ineludible para nosotros. Por eso, nos apuntamos a ser levadura en la masa, ser la juventud de la esperanza, de la revolución de la misericordia, del servicio y la ternura. Jóvenes que no tengamos miedo a compartir la buena noticia del Evangelio y sepamos dar a conocer a Jesucristo siendo fielmente creativos al Evangelio.


Por tanto, asumimos el reto de ser “jóvenes callejeros de la fe”, porque es en los ambientes donde estamos llamados a ofrecer una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas que se van generando en diversas partes del mundo. Es en la vida concreta de los jóvenes donde estamos llamados a ser testigos de la novedad de Jesucristo. “Ustedes son el ahora de Dios, que los quiere fecundos”, por ello, cuente conmigo y con la JOC para el apasionante desafío de ser jóvenes protagonistas del cambio, servidores de los empobrecidos y conscientes de que para muchas personas vamos a ser el único Evangelio que conozcan a través de nuestro compromiso en los márgenes de la vida. Pero sobre todo, y a pesar de todo, cuente con cada uno de nosotros para colaborar en la construcción del reino que Dios Padre-Madre tiene pensado para cada uno de nosotros, apostando por el bien común, sin excluir a ninguna persona de la gran mesa de la vida a la que estamos todos invitados para así poder desarrollar y gozar de nuestra dignidad como hijos e hijas del Dios de la ternura.



« Redacción »